Polvo de Hadas




A todos los enfermos de Esclerosis Lateral Amiotrófica.



Estabas preciosa, bajo esa luz tenue que rozaba tu frente con desvergüenza, resbalando por ella hasta tu boca. Bajo la sombra que, desde hacía meses, eclipsaba tu mirada… que entonaba en tus ojos un bello y melancólico fado.
Sostenías la pizarra sonriente, sin perder de vista mis ojos que, a pesar de tu empeño, se negaban a caminar por horizontes ajenos a tus labios. Que, anárquicos y teñidos de recuerdos, desobedecían tus deseos, que obviaban, rebeldes, llenos de antojo púber, el frío abecedario que tú, frente a mí, sostenías en tus manos.
Mis pensamientos resbalaban por tu frente limpia,… sobre tus pómulos. Caían incorpóreos uno a uno sobre ti, bebiéndose tu aliento, tus ganas y mis ganas. Para, tras unos instantes, regresar, como tantos otros días, a mí. A este cuerpo que cada día me es más distante, más ajeno, pero que aún siento mío, al que aún reconozco y amo.
No dejabas de sonreír, ignorante a mis visitas diarias, cada día más continuas, al “País de Nunca Jamás”. No quise decirte que había vuelto a ser Peter Pan. Que esta vez no había perdido mi sombra, aquella que te dije extravié cuando nos conocimos porque se fue tras tus pasos, en el aire que movía tu caminar pausado y vital… Esta vez, había perdido mi cuerpo. Hacia meses que volaba sin él sobre los aleros de tejas de barro cocido, de rojo arcilla, ocultando mis secretos, mis pesares, mis deseos y esperanzas, en el acanalado de sus curvas, en el olor a vida que desprendía el agua de lluvia que, tras las tormentas del verano, empapaba su superficie ondulada. Esa lluvia que tanto echo en falta sobre mi ropa, que dejó de resbalar por mi piel el día que dejé de andar.
Desconocías que, antes de emprender mi vuelo por la ventana, robaba tu risa, que atrapaba a hurtadillas, como un adolescente pícaro y atrevido, tus carcajadas. Las guardaba en el laberinto de mis oídos, para espolvorearlas sobre las esquinas oscuras de los barrios marginales, sobre los rostros tristes de los niños desamparados, sobre los gestos anochecidos de las viudas, sobre la tristeza que empaña el sentir de los desheredados. Que una vez más, ella, tu risa, se había colado en el sentir de otros que, también, como me sucedía a mí, andaban desgranando sentimientos sobre horizontes incorpóreos, inexplorados. Que había conseguido viajar a los alfeizares de sus ventanas y apresar sus deseos más profundos. Que tu risa, era ese polvo de hadas que revivía los sentidos, porque tú eras mi Campanilla y Campanilla había conseguido curar a Peter Pan.

«La magia existe. Creo en la magia», decías.
«La Ciencia es magia», respondía yo. «Creo en la Ciencia», insistía, mostrándote los avances de mis estudios, de los estudios de otros que, como yo, siguen creyendo que la imaginación es más poderosa que el conocimiento. De otros que viajan incesantemente, día tras día, al “País de Nunca Jamás” buscando aguja e hilo con los que coser deseos que se hacen realidades cumplidas y vividas.
Porque allí, en el “País de Nunca Jamás”, la magia, es la realidad.


©Antonia de J. Corrales

*Publicado en el número 60 de la revista adELA informa . Radiado en Calle Real. Radio Villalba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si un dia viniese Peter Pan a por mí, le recibiría como se reciben los regalos de reyes cuando se es niño y tenemos esa inocencia inquebrantable. Le pediría que me enseñase el país de Nunca Jamás, donde todo es posible y no existe el temor ni la nostalgia. Le pediría que me enseñase a volar con polvos mágicos y liberase mi sonrisa para siempre... para siempre.. porque con Peter Pan, otra cosa no, pero soñar es inevitable :)

Gracias por compartir este relato con nosotros..
me sigue gustando, sobre todas las cosas, la novela y los cuentos intimistas... :):)

Tu fiel fan... aNiTa