Voy de
una escena a otra, de un personaje a otro, del antes al después. De qué hago de
almuerzo, a qué hago de cena. De mirar el correo electrónico, a es imposible
responder a todos los mensajes. De doscientas notificaciones que me es
imposible leer, a tendría que hacer algo de publicidad; pero el tiempo tampoco
me da.
De mañana
tengo que ir a tal o cual sitio, a me he vuelto a dejar la mascarilla en casa.
De no he hecho la lista de la compra a, ¡madre de dios cómo está todo de gente!
De tengo una empanada mental del carajo, a debería hacer una empanada de atún,
que se tarda un "na"
De ¡cómo
están las redes! (cuando me da tiempo a darme una vuelta rápida), a tengo que
terminar el capítulo hoy. De emocionarme al corregir un párrafo magistral, a
maldito tiempo que no me da ni para mirar cómo llueve, ¡con lo que a mí me
gusta ver llover! De he perdido una coma, a puse un punto suspensivo de más. De
le cambié el nombre al personaje, a ¡esto Diana no lo puede hacer!
Sin tele,
sin series, sin pelis, sin ése no hacer nada que tanta falta nos hace de vez en
cuando. Voy, estoy llegando, que es lo importante, casi al final de la historia
de Diana y Desmond. En mi Madrid, inmersa en la realidad mágica y en la
realidad real. De la pasión al amor, del qué será al ya es, ¡sin duda va a ser!
Y por eso
porque mi pasión es escribir, porque es lo que realmente sé y quiero hacer, me
ausento tanto.
La cuarta
parte, o secuela, de la trilogía, Historia de una Bruja contemporánea, va mucho
mejor de lo que había previsto. Me siento bien, muy bien. Con ganas, unas ganas
inmensas de terminar y publicar.
Aunque ya
sabéis: vísteme despacio que tengo prisa. Y bajo esta máxima: en mayo, a
mediados de mayo, con toda probabilidad, estará publicada. Estoy convencida que
os sorprenderá y os fascinará.
