ENTREVISTA EN MICRÓFONO ABIERTO

 Hoy estaré en Micrófono Abierto de la mano de la escritora Ana Saavedra. A las 16:00 hrs México, 23:00 hrs España.

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DIARIO DE UNA ESCRITORA XXXII Vagabundear


Estoy en uno de esos momentos en los que te cuesta reengancharte, volver a retomar el ritmo que dejaste atrás. Un ritmo diferente que ahora parece no querer regresar a ti; como un hijo pródigo. Probablemente sea consecuencia del cansancio. Han sido y son tiempos duros, de “ires y venires”, de qué sé yo, de no sé nada aunque, en realidad, lo sepa casi todo.

Divago, ya sabes, no lo puedo evitar. Necesito vagabundear de un pensamiento a otro, de un recuerdo cercano a otro lejano. Revivir, lo llamo. Y así voy yéndome sin importarme a dónde ir ni cómo o cuándo llegar. Me pierdo en un horizonte inmenso y, al tiempo, empequeñecido por los quehaceres diarios mientras añoro lo que fuimos. Fue bonito mientras duró, susurro arropada por la nostalgia.


Sería mágico poder regresar al primer encuentro a solas, al primer beso, a la primera canción compartida en silencio. A tus dedos entrelazados con los míos. A la primera vez que nuestros vinilos convivieron en la misma estantería. A las mismas sábanas de algodón blanco sin planchar, a la misma ducha y los mismos atascos camino del trabajo en nuestro amado y odiado Madrid.

El tiempo, su trascurrir incesante, se llevó demasiado de los dos, de lo que fuimos y de lo que no conseguimos ser. Se marchitó archivando facturas, pagando préstamos, queriendo llegar a lugares imposibles, también a final de mes. Encogió bajo un cúmulo de ropa por planchar; la nuestra y la de otros que nos dejaron a nosotros sus arrugas para estirar.

Nuestra juventud fue un suspiro entrecortado, frágil, volátil y efímero; casi como lo ha sido nuestra madurez. Se me hace corto este vivir, el de ahora y el que fue. Será que ya soy mayor, me digo frente al espejo. Lo hago a media voz, al tiempo que deslizo la yema de los dedos por mi frente. La pereza, de vez en cuando, me arrastra, me lleva a mirar sin ver, a querer y no querer. A ser y no ser.

Las palabras se me escapan; huyen. No quieren dejarse estar sobre el papel. Como halcones que reclamasen su libertad buscan una corriente de aire que les permita volar sin agitar las alas. Presiento que quieren descansar mientras otean la tierra desde el cielo. Qué diferente se ve todo en la distancia. ¡Qué diferente se ve y es!

Ando sumergida es uno de esos recesos extraños que se dan de vez en cuando. Es una puesta a punto; una de chapa y pintura, un renovarse o morir. Un parón voluntario e involuntario. Un qué sé yo. Un lo sé todo y no sé nada. Un, y para qué lo voy a contar, me digo untando la mantequilla sobre el pan caliente, mientras le doy un pequeño sorbo al café y te imagino tecleando números sobre un archivo de Excel imposible para mi entender. Ajeno a mi mundo de fantasía, de historias no basadas en la realidad, ¿o sí? Quizás sean lo contrario, tal vez estén impregnadas de pura realidad, me digo y vuelvo a sonreír recordando alguno de los párrafos de mis libros.
Pienso en esa nueva novela, la que te dije que quería escribir. Sin autocensura, a capela; al vuela pluma. Será como un salto al vacío desde la barandilla de un puente; sin arnés de seguridad. Tal vez la comience ya, ¿para qué y por qué esperar más?, me pregunto mirando el parpadeo del cursor sobre el folio en blanco del Word.
Divago. Lo sé. Vagabundeo por las aceras de las calles de Madrid, en un cielo donde solo habita una estrella, en un mar embravecido, en un desierto abonado con recuerdos estériles. Entre recuerdos que van y vienen, entre las ganas y la desgana. Solo soy una vagabunda más. Voy y vengo sin cesar. Ya sabes, ni quiero, ni lo puedo evitar.
Antonia J Corrales © Copyright septiembre 2021