¿Cómo definir la política económica? Busquemos un seudónimo, que se nos da muy bien

El sábado fue un sopapo con la cruda realidad, ésa que vemos todos los días en los telediarios, en la prensa escrita, en los debates televisivos o en los programas documentales que recorren las capitales, pueblos y aldeas de la península trayéndonos a casa historias que al ser vistas desde un sofá, escuchadas frente del volante de un coche o leídas junto a una cerveza, nos llegan pero se nos hacen lejanas. Es lo que tiene esto de la información ajena, que parece que nunca te va a tocar a ti.

Recorrí varias galerías, varios centros comerciales que albergan locales al uso, bares y calles. Pude vivir en primera persona el cierre casi masivo de negocios que antaño funcionaban bien y en los que sus dueños, pequeños empresarios, habían invertido ilusión, esfuerzo y años de trabajo. Pequeños empresarios que dieron de comer a muchas familias, pequeños empresarios que pagaban impuestos que a su vez hacían crecer las arcas del estado español, esas arcas de las que salió el superávit que teníamos tiempo atrás. Los locales, lejos de ser ocupados por otros emprendedores suicidas, exhibían un gran letrero: se vende, se traspasa, se alquila. Otros, aún estaban en proceso, en un coma irremediable y luchaban por salir de él liquidando a precio de saldo todo lo que les quedaba en el almacén y en tienda. Pero ni con la respiración asistida de las liquidaciones conseguían vender nada, porque los centros, las galerías, las pequeñas tiendas estaban vacías. Sí, no había ni dios. Ni tan siquiera gente mirando los escaparates.

En la puerta de uno de esos centros estaba un vecino. Un padre de familia, con dos hijos y mujer. La sombra de su hipoteca, del recibo de la luz, de la factura de los libros de texto… hondeaba sobre sus hombros. Se acercaba temeroso a algunos de los clientes que salían del centro comercial con la barra de pan en la mano. Pedía a sus vecinos lo que buenamente pudieran darle, mendigaba, y lo hacía en su pueblo, en su zona, donde todos le conocían desde siempre. Miraba la palma de la mano con nerviosismo, contando las escasas monedas que le iban dando, desesperado ante el resultado. Nervioso, peligrosamente nervioso. ¿Quién no lo estaría en su lugar? ¿Qué pensaría cualquiera de nosotros en su situación? ¿Qué seríamos capaces de hacer?

Seguiría con la cronología de hechos, de circunstancias que viví en una sola mañana, pero sería muy amplio, demasiado amplio y odioso.

Servidora no sabe de economía, no como los doctos en la materia, esos señores a los que confiamos más que nuestra cesta de la compra, toda nuestra vida, presente y futuro, incluso nuestra salud.

Como digo, una no sabe mucho de economía, pero sí el resultado que se produce al sumar dos más dos. (Aunque por lo que se va viendo, quizá el resultado de dicha suma dentro de poco sea 0) Hace poco tiempo se nos dijo que teníamos un superávit. ¡Qué cosas! Sabiendo la que se avecinaba, invertimos en cheques bebé, en deducciones por trabajo a cuenta ajena, en ayudas para alquileres… en un sinfín de cuestiones frente a las que no tengo nada que objetar, pero que se debían haber evitado, posponerlas para más tarde. Aunque claro, eso habría supuesto menos escaños. Entonces sobrevino la crisis financiera, una crisis que se sabía cercana ( lo sabía toda la peña menos nosotros, por eso, España, es diferente) y nos pillo en pelota picada. Sí mi memoria no falla, alguien dijo que España era uno de los países a los que menos afectaría la crisis. Y es que, señores, no nos engañemos, nosotros somos más listos, más guapos y más altos, además de tener un lenguaje plagado de sinónimos que dan a los políticos una oratoria estupenda, ininteligible pero eficaz. Le cambiamos el nombre varias veces, dependiendo del momento y todos tranquilos a ver el fútbol, más felices que las perdices, como en otros tiempos, sólo que con otras banderas.

Ahora, dicen que la única solución es seguir subiendo más los impuestos. Y esto desencadenará en lo mismo: el consumo bajará en picado, los pequeños empresarios continuarán cerrando negocios, el paro seguirá aumentando porque los grandes empresarios al ver que el consumo se reduce seguirán reduciendo plantilla… Todos los sectores: alimentación, vestido, productos de primer orden de consumo, de lujo, incluso el sector de las necesidades vitales, como las ópticas, los odontólogos, el gas, la electricidad… se verán afectados por la bajada del poder adquisitivo de los afortunados que aún siguen trabajando, porque a los parados no les llega ni para unas lentejas con carne y ellos han dejado de ser consumidores hace mucho tiempo, si no díganme ustede que se puede consumir con 400 euros al mes, que se lo pregunten a los jubilados, que de eso saben un poquito.¿ Qué pasará cuando se les termine esa prestación?

Imagino y creo poder asegurar que en este país el 99% de los parados cambiaría sus 400 euros de mierda por un puesto de trabajo mil eurista. Dejaría el pico y la pala del famoso “Plan Ñ” que también ha salido de las arcas del Estado y del que también se habría podido prescindir durante un tiempo, por tener un trabajo fijo en cualquier empresa.

Los puestos de trabajo crean ingresos, los ingresos crean consumo y el consumo genera ingresos para el estado en impuestos sin necesidad de subir más los que ya tenemos.

Yo me pregunto, desde mi ignorancia económica, ¿qué va a pasar si el paro, como se prevé sigue subiendo? ¿De dónde se va a sacar el nuevo déficit económico que se producirá si esto sigue así? ¿ Qué pasará cuando los miles de parados que cobran los cuatrocientos euros pierdan la prestación? ¿ De dónde o de quién va a seguir recaudando el Estado?

Ya les digo: 2+2: 4 ó lo que es lo mismo: trabajo = consumo. Consumo = ingresos. Ingresos = déficit 0. Creo que no es tan difícil entenderlo. ¿O sí?

Habría que irse planteando ejercer el derecho a voto en este país bajo una lente diferente a los estandartes políticos. Habría que hacerlo desde el punto de vista de los maestros de escuela: tú vales, tú no vales. Y si no vales te suspendo, seas quién seas, y digas lo que digas.

Y de la mano del punto y final, no quiero dejar de decirle al señor Rajoy que a los españoles no nos preocupa que suban las chuques, sino el no poder comprar ni una barra de pan o ver como un vecino de toda la vida no tiene para comer, ¡para comer, señor Rajoy! , porque les pagamos a todos ustedes, entre otras muchas cosas, para comer todos los días caliente. Les pagamos de nuestros impuestos, esos que les permiten a todos viajar de un lado a otro y tener en su presupuesto muchos gastos con los que hoy comerían muchas familias que en la actualidad no tienen ni tan siquiera un techo decente donde cobijarse. Le pagamos para que debatan y obtengan resultados positivos, para que no jueguen con nuestro presente y nuestro futuro. Sí señor Zapatero, muchos no somos tan tontos como usted cree. Y créame, de aquí aún tiempo es posible que seamos menos, porque el hambre y la carestía activan el intelecto. Y si no me cree dé una vuelta por los libros de historia, encontrará pruebas de ello. Después, átese los machos, siéntense a debatir con los empresarios y olvídese de los planes Ñ, Q, o L.

El hambre levanta a los muertos, no lo olvide, señor Zapatero, no lo olvide.



© Antonia J Corrales

3 comentarios:

Jana dijo...

A mí lo que me asombra, es que aún existan personas en este País que vivan a cuerpo de rey, para que los de abajo, les paguemos sus viajes, cenas, trajes y demás caprichos dignos de un marajá.

Me asombra que a estas alturas de curso, los unos y los otros, aún tengan la cara de pedirnos que votemos, que aún tengan el valor de subirnos los impuestos, de pedirnos paciencia, de pedirnos MÁS esfuerzo, de mentirnos una y otra vez sobre lo que está pasando en este País de sinvergüenzas.

Estoy cansanda de escucharles cada día, cansada de los mismos discursos, de las mismas propuestas y promesas que NUNCA cumplen. Cansada de ver como mi sueldo no da para más, de ver como se hace cada vez más difícil llenar el carro de la compra.

Estoy harta de mentiras, de discursos vacíos.

Los pisos no bajan de precio, los Bancos no da Hipotecas, no dan créditos… Los sueldos no suben, el paro no deja de crecer… nos sube la factura de la luz, del agua, del gas… el alquiler.

No Señores, esto no va bien, ni antes, ni ahora, ni después… España siempre fué diferente… siempre fué un País de sinvergüenzas.

Gemma Nieto dijo...

Me ha gustado mucho tu artículo, Antonia. Sencillo y directo como pocos. ¿Acaso los políticos viven en Marte? ¿Es que ellos no se enteran de lo que pasa en España?

Maribel Romero dijo...

La situación es deprimente, la verdad. Tú ves cómo cierran en tu barrio o en el centro comercial de siempre las tiendas de toda la vida, yo lo veo igualmente en mi ciudad y seguro que en cualquier punto del país alguien lo ve del mismo modo. Y lo más dramático es que no se vislumbra solución alguna, sólo caos. Desde el gobierno están dando palos de ciego, tomando medidas erróneas, además de injustas, que no conducen a ninguna mejora. Nos vamos a tener que poner a rezar porque no se me ocurre otra cosa.
Tengo ahora mismo una decepción política como nunca he tenido. Qué asco.