Muchos pasaron la posguerra y el hambre que vino con ella. Levantaron las calles, los negocios. Hicieron
posible que existiera la Seguridad Social, los sindicatos, los partidos
políticos. Instalaron antenas de televisión en los tejados, tiraron líneas de
alta tensión. Sacaron el carbón de las minas. Construyeron líneas ferroviarias.
Ahorraron en el Monte de Piedad, también
empeñaron sus joyas en más de una de esas miserias que sobrevenían en sus
hogares… y, PAGARON DURANTE AÑOS para tener una pensión digna. PAGARON. No
reclaman nada que no sea SUYO. Su reclamación es UN DERECHO.
Me avergüenza esta situación. Me avergüenza la subida del
0,25. Las cifras de las pensiones, más aún de las mínimas. Me asquea El “donde dije digo, digo Diego”. El que haya para unos y para otros no,
y que esos, a los que les ha tocado el no, sean los mismos de siempre. Que nos
sigan tratando como a tontos. Que se hable de presupuestos y, como hizo el
señor Rodrigo Rato en su momento, mientras vivía a cuerpo de rey, por no decir
algo más serio, nos pedía que nos apretásemos el cinturón. Me dan nauseas las preferentes, los rescates,
la corrupción consentida y pendiente de juzgar. La vía libre a los contratos
basura, las horas extras ocultas que no se pagan y que se dan en días libres.
Los horarios de jornaleros: de sol a sol. Me avergüenza una política con la que
no me identifico, y que luché para que no existiera. Me avergüenzan los políticos
indecisos que ponen por encima de todo su escaño y ese sueldo, esa jubilación y
derechos que para nosotros quisiéramos, mientras nos dicen que hay que
aguantar, que ahora no se puede.
No me gustan los
populistas, ni aquellos que intentan separar a la sociedad en vez de solucionar
los problemas que ellos mismos han creado. De estos últimos hay muchos,
demasiados. Me avergüenza que estemos cómo y dónde estamos, con todo lo que nos
costó llegar a tener unos derechos mínimos, que nos han quitado bajo la excusa de la crisis.
Confío en que algún
día los votantes de mi país, de una vez por todas, dejen de votar por
ideologías y voten a quién cumpla sus
promesas electorales, a los que sean honestos y les protejan. A los que legislen por y para el pueblo, que
es quién les coloca dónde están y quién les paga.
Ni Bruselas ni economía, ni presupuestos. Dejémonos de
demagogia para acallar a la gente, para tranquilizarles y engañarles más tarde.
Todos sabemos que es posible solucionar lo que está pasando y cómo hacerlo,
pero no interesa esa fórmula porque otros tendrían que poner su dinero, una
mínima parte de sus ganancias en levantar el país, y eso, eso solo es cuestión
de los más débiles, de los que siempre lo hemos levantado a pico y pala.
Me siento orgullosa de nuestros jubilados; de nuestros
mayores, de su fuerza, de su libertad, de su valentía y tesón. Muchos
deberíamos aprender de vosotros. Estáis haciéndolo de nuevo, volvéis a luchar
por la igualdad, la libertad y la justicia. ¡Qué pena! Una vez más tenéis que
volver a luchar…
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