Tardé lo suyo, lo suyo y lo no escrito en hacer público qué quería ser de mayor. Tenía serios problemas para centrarme en ello, para centrarme en cualquier cosa que no fuese devorar libros. Historias escritas que encontraba en el bibliobús, gran y entrañable invento para los pobres que vivíamos en zonas rurales. Zonas que ahora son residenciales, plagadas de chales y metros cuadrados tasados por encima de la pobre renta per cápita de los que siempre han ansiado y ansiarán tener un pedazo de terreno en el que asentar su cotidianeidad, sus cuadros o un simple perchero en donde colgar el mono de trabajo después de la faena.
Siempre me gustó la literatura, la magia de las palabras. Escribía bien, tan bien que me llamaban Antoñita la fantástica, pero yo estaba muy lejos de aquel apelativo, en realidad mi fantasía no era tal porque las historias que narraba y con las que ganaba los certámenes del colegio, o los comentarios de texto que uno de mis profesores de instituto calificó de impropio porque yo había ido más allá de la historia, eran en realidad simples reflejos de lo que vivía, no tenían ni un ápice de imaginación, eran tan reales que a la mayoría le parecían parte de una ficción.
Ya digo, tarde mucho tiempo en decir no lo que quería ser, sino en hacer saber a los demás lo que era. Y cuando lo dije, cuando dije que era escritora, todos, menos unos cuantos, se echaron las manos a la cabeza.
"He dicho escritora, no artista" maticé, pero ni por esas. Hubo comentarios de todo tipo, clásicos como el del padrino y el bautizo y ácidos y machistas como el de: "¿qué escribes? la lista de la compra"
Siempre fui distinta, como un perro verde. Desde mi nacimiento lo dejé claro, un 24 de diciembre a las doce menos cuarto de la noche,manda narices. Y andar, anduve, pero elegí con quién quería poner los pies en el suelo, era un ser entrañable al que apodaban "el tonto del pueblo". El tonto me enseñó a andar a los catorce meses por los caminos pedregosos cerca del convento donde vivíamos. Pocos se dieron cuenta de que aquel hombrecito debía ser muy inteligente para hacer entrar en razón a una niña que en el momento que tuvo autonomía metía de cabeza en las lavadoras y se escondía en la carbonera sin hacer un sólo ruido para observar la reacción de los demás...
© Antonia J Corrales
8 comentarios:
Mola. Casi todos los escritores habéis querido ser escritores desde pequeños porque os comíais los libros por los rincones de casa. En cambio, yo lo que me comía eran hostias de mi padre, porque en mi casa más de tres tíos en el pasillo era manifestación. Y tanta leche me hizo que me escapara a la calle. Por eso, una tarde de primavera le dije un Padre "Padre, quiero ser como el lute". Y así fue... una leyenda de la calle jijijiji y leí mucho derecho pero para defenderme jijijijijji
Yo era la rarita de la casa porque leía hasta las etiquetas de los "champuses" mi padre me traía los periódicos de los bares por las tardes para tenerme tranquilita porque si no perdía los nervios... Pero no quería ser escritora, "anonde" has leído eso. En realidad soy una reencarnación de uno de los clásicos, el más peñazo de todos... ¿ no te da miedo? No, pues debería, porque como me ponga a recitarte algo te van a dar los mil males.
Lo cierto es que hasta compraba libros a mis hermanas de regalo.Una vez, una de ellas me tiró "Platero y yo" a la cabeza porque se sintió ofendida. Esperaba un bote de maquillaje y yo la regalé a un burrito, muy adorable, pero burrito.
Más quisiera el Lute parecerse a ti, tú eres un bicho pelao, pero adorable, ah! y las chupas de cuero te sientan mejor.
Recordaba el otro día a una amiga que yo comencé con la melodía de las palabras, a los nueve años a todas les agregaba el mente: profundamente, terriblemente, juguetonamente.Y me escondía en el baño para leer los libros que mi padre nos había dejado en su biblioteca, murió joven y ese fue uno de sus más importantes legados: Dreiser y Zola mezclado con Bakunin y Rubén Darío, toda la Colección Tor, unos libros de cubierta blandita editados en Buenos Aires.
Yo leía y cantaba palabras, las mordisqueaba, saboreaba...
Evidentemente es otra de las cosas que compartimos, amiga mía, profundamente, categóricamente, enormemente, enajenadamente..., el amor por los libros.
Adriana
Cómo nieva adri. La pasión por las letras y un zurrón de cosas más, todas estupendas. Somos, de todas maneras, bichos raros, de otra especie, y mola.
Besos enormes,
Antonia J Corrales
Chalie, que dice el del escuadrón 401 que eres súper ingenioso. Nos hemos reído un puñado con tu comentario.
Besos
Por cierto, si os gusta la línea de Charlie en sus comentarios, pasaros por su bog y comprar su libro : "1964 después de Cristo y antes de perder el autobús". No os arrepentiréis.Risa y lágrimas aseguradas, un pasote. Y es real como la vida misma.
Antonia J Corrales
Me encanta tu blog. Ahora estoy por el sur of Spain hablando de libros infantiles a los libreros (estoy en un ciber). Y me encanta leer que tu mundo está lleno de amigos elocuentes. Mis amigo son todos unos colgaos de mucho cuidado. Eso me recuerda a la última feria del libro de este año. La noche anterior a la firma del libro (en la caseta que me habían indicado), hice una entrevista junto a otros tertulianos (3 de la madrugada) en RNE. Entre ellos, había un experto en fruta y plantas medicinales. Hablamos de mi libro y que no mezclara naranjas y el plátano (gases)
Al día siguiente, estaba en la caseta viendo pasar gente hacia la caseta de los famosos, cuando una mujer muy mayor se apoyó en la barra y me dijo:
- Es usted Charlie Miralles, el escritor del libro de hierbas.
Al principio, me asusté y pensé que era de la secreta aunque fuera muy mayor. Quizás una soplona.
- Si, soy Charlie pero no tengo ningún libro de hierbas.
Se me acerca el comercial de la distribuidora y me dice al oído:
- Venga, maricón, Quizás quiera saber cómo se planta marihuana.
Me llevó 3 minutos explicar a esa dulce mujer que yo no sé nada de hierbas (excepto del perejil) y me dio mucha pena. Te juro, que casi le compro un libro de hierbas.
Me encanta tu blog. Gracias por tu fiel apoyo. Por cierto, he visto tu libro en una librería de Sevilla, ea.
Te Kellogs mucho.
Charlie, siempre lo he dicho, lo peor de todo son los subalternos, a esos no se los salta ni un galgo y no por que sean altos, sino porque dan dentera. Hay demasiado tonto a las tres que encima se cree gracioso, ya sabes, Dios da pañuelos a quien no tiene mocos.
Y hasta el más tonto hace relojes en este país nuestro.
Hiciste bien en explicarle a la señora, yo habría hecho lo mismo. Pero es una pena que las cosas se lleven tan mal, y luego dicen que los libros no se venden, pero es que hay cada desaguisado por ahí… menos mal que también hay gente súper profesional, yo lo he vivido muy de cerca y te sientes súper a gusto.
Gracias por tu comentario sobre el blog, Mua, mua, son besos, muchos
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