Si retrocedo en el tiempo sonrío.
Lo hago porque veo todo lo sufrido, lo
habitado, lo luchado y, aunque aún no he alcanzado todas las metas que me he ido
proponiendo lograr, si he llegado a muchas,
y todavía me quedan fuerzas para llegar a esas que están pendientes de ser
tomadas. A las que un día pondré nombre, o título, o portada, porque lo mío no
es abandonar. Aunque, a veces, como nos sucede a todos, se me pase por la
cabeza tirar la toalla sobre el cuadrilátero; dejar de pelar.
La vida es una carrera de fondo. Muchas veces solitaria y sin avituallamiento. Hay que
separar el trigo de la paja, desbrozar, hacer el hatillo y caminar. Hay que seguir
caminando despacio, sin prisa pero sin pausa.
Hace años, cuando me publicaron
mi primer libro, alguien me dijo: Tú que vas a escribir, ¿la lista de la
compra?
Poco ha cambiado en mí desde
entonces, también y, desgraciadamente, en la sociedad; que sigue emponzoñándolo
todo con su doble moral. Como entonces,
hoy continúo haciendo las camas, cocinando, limpiando mi casa, cuidando a mi
familia y haciendo mis listas de la compra, las de casa y las otras, esas que
llevan títulos, portadas e historias en su interior.
¡Mujer tenías que ser!, que
dirían algunos. SÍ, MUJER; madre, esposa, amiga, amante… y escritora. Pero,
ante todo y sobre todo, MUJER, que, señores, le pese a quién le pese, ¡no es cualquier
cosa!
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