Diario de una escritora XI




Si retrocedo en el tiempo sonrío. Lo hago porque veo todo lo  sufrido, lo habitado, lo luchado y, aunque aún no he alcanzado todas las metas que me he ido proponiendo lograr, si he llegado a  muchas, y todavía me quedan fuerzas para llegar a esas que están pendientes de ser tomadas. A las que un día pondré nombre, o título, o portada, porque lo mío no es abandonar. Aunque, a veces, como nos sucede a todos, se me pase por la cabeza tirar la toalla sobre el cuadrilátero; dejar de pelar.      

 La vida es una carrera de fondo. Muchas veces  solitaria y sin avituallamiento. Hay que separar el trigo de la paja, desbrozar, hacer el hatillo y caminar. Hay que seguir caminando despacio, sin prisa pero sin pausa.  


Hace años, cuando me publicaron mi primer libro, alguien me dijo: Tú que vas a escribir, ¿la lista de la compra?

Poco ha cambiado en mí desde entonces, también y, desgraciadamente, en la sociedad; que sigue emponzoñándolo todo con su doble moral.  Como entonces, hoy continúo haciendo las camas, cocinando, limpiando mi casa, cuidando a mi familia y haciendo mis listas de la compra, las de casa y las otras, esas que llevan títulos, portadas e historias en su interior.  

¡Mujer tenías que ser!, que dirían algunos. SÍ, MUJER; madre, esposa, amiga, amante… y escritora.   Pero, ante todo y sobre todo, MUJER, que, señores, le pese a quién le pese, ¡no es cualquier cosa!

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