Vivimos un tiempo en el que los malos se saben todas las tretas legales para no ser juzgados y menos aún condenados. Los príncipes azules siguen destiñendo. Son tontos de capirote y a pesar de ello viven como reyes; en la realidad y en la ficción. Los nuevos ídolos se convierten en dioses de barro enseñando sus vergüenzas, externas e internas. Exhiben sus majaderías desde el otro lado de la pantalla, afirmando que han descubierto la tierra prometida.
Es un tiempo éste en el que la palabra puede
ser tu condena de muerte. Una muerte, un linchamiento cometido por una legión
de autómatas que se han vuelto fanáticos. Vehementes de la sinrazón. Inhumanos,
sádicos y despiadados que ocultan sus frustraciones bajo los seudónimos que
siempre utilizan los cobardes. La sociedad ha parido una caterva que se creen
descubridores de no sé el qué, y su estupidez les ha hecho pudientes por arte
de birlibirloque mientras se mean sobre las miserias de los demás sin
despeinarse; al son desentonado de las carcajadas de muchos inconscientes e
ilusos que sueñan ser, algún día, como
ellos.
Es un tiempo, éste, el que nos ha tocado vivir,
en el que la palabra libertad se ha convertido en la asesina en serie de la
libertad ajena. Los ricos son más ricos y, en consecuencia, los pobres visten aún más miseria. Se comercia con
la vida, y la vida es un grito desgarrado y lastimero por sobrevivir.
A pesar de todo aún, en muchas esquinas habitadas
por un único rayo de luz, quedan unos pocos soñadores, creyentes, observadores,
analistas de este popurrí de sucesos, malas artes, sinrazones y despropósitos;
de la deshumanización y la superficialidad en la que vive inmersa la mayor
parte de la sociedad. Tal vez sean los únicos en los que el futuro pueda
asentar sus cimientos ya doloridos, maltrechos y quebrados. Más pronto que
tarde tendrán que volver a luchar, como entonces, cuando el mundo estuvo del
revés; patas arriba. Son la resistencia. Los disidentes. Los que siempre nadan
a contracorriente. Los que ven más allá. Los que no se quedan en la superficie
de los acontecimientos. Los que piensan que pensar y decir lo que se piensa
sigue siendo muy peligroso y, a pesar de ello, siguen haciéndolo.
Antonia J Corrales © Copyright Febrero 2021
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