EN MEMORIA DE DYLAN


Me han quedado demasiadas cosas por compartir contigo, Dylan. Eras y siempre serás nuestro Nano, nuestro campeón, nuestro Dylitin como yo solía llamarte. Tendría que contar tanto de ti, de cómo llegaste, cómo eras por dentro, cómo era tu alma y tu corazón de ángel. Tu inteligencia, tus ganas de agradar siempre, la compañía que nos diste a todos, el consuelo. Tu nobleza. Tus ladridos de alegría, tus saltos, lo humano que fuiste desde siempre. Tu cariño a Neo, nuestro gato, que desde que te fuiste, anoche, no quiere salir a comer, ni a beber. Se ha escondido bajo la cama y no entiende nada. Los besos que, horas antes, te daba Percy, nuestro gatito pequeño, arrabalero, rescatado por “los cuatro de la empanadilla”.

La forma de irte fue cruel e injusta. Demasiado doloroso para ti. Luchamos porque no fuese así y no lo conseguimos. Era una muerte anunciada y solo pedimos que fuese sin dolor, pero fue todo lo contrario. No se nos avisó, no se nos dijo lo que se nos debió decir. Tenemos el corazón roto y el alma partida en dos.  Bruce, la mascota de Andy, un Golden Retriever como tú, un perro medicinal, nos avisó un día antes que estabas peor de lo que se veía, de lo que nos habían dicho. No era él quien debió avisarnos, debieron ser otros. Esos otros  no lo hicieron. Hoy Bruce, cuando ha venido a casa, estaba perdido sin ti. Erais uno, como si hubieseis salido del mismo vientre y ahora se siente huérfano, como todos nosotros.


  No puedo perdonar, ni perdonaré jamás, el dolor que sufriste antes de irte. Lo único por lo que nos esforzamos y pedimos, casi en una súplica, cuando supimos que tarde o temprano te irías para siempre, fue que no sufrieras y fue todo lo contrario. Cuando nos dijeron que no sería así, que no sufrirías.  Nunca olvidaré tu dolor y tu mirada pidiendo ayuda, JAMÁS.

 Gracias por todo lo que nos has dado en estos 7 años, te quedaba poco para cumplir los 8. Eras un bebé, mi bebé, nuestro bebé. Terminaré la secuela de la trilogía sin ti bajo mis pies, sin las charlas que te daba, sin tu calor, sin tus avisos cuando sonaba la puerta de casa, sin tu alma de ángel.

   Estás en cada esquina, en cada rincón, en cada sonido, en el aire que respiro, en las canciones que te cantaba y tú me respondías ladrando. Estás en mí, en cada uno de nosotros. Sin ti, Dylan, nuestro mundo ha cambiado de golpe, sin previo aviso, de un puñetazo seco y profundo, en la madrugada del jueves 8 de julio de 2021. Un día que no podré olvidar. Dios te acoja en sus brazos. Dios alivie tu dolor, nuestra ausencia y la tuya para nosotros, porque el dolor que sentimos es inmenso.

Te queremos Dylan, siempre te querremos y JAMÁS te podremos olvidar.    

No hay comentarios: