Su abuela quiso que fuese cura. «Los curas cuidan a los parientes», decía.
Su padre que se licenciase en Medicina: «Un médico en la familia es un lujo»
Su madre un buen hijo que le diese muchos nietos que la mimasen.
Su esposa que fuese marido; amante, amigo, confesor y un padre perfecto.
Sus hijos le exigieron la comprensión infinita que nadie tiene.
Sus nietos un abuelo sin achaques al que no tuviesen que cuidar.
Pero sólo era un ser humano, y quizá, por ello, aquel día, tras abrir la puerta y verlos a todos esperándole en torno al fogón para celebrar la cena de aniversario, se emocionó y olvidó, una vez más, todos y cada uno de los reproches que había escuchado durante años por haber sido él.
© Antonia J. Corrales
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