Por las vías ensangrentadas, con el aullido de las sirenas taladrando su alma y su corazón corre y llora pidiendo una respuesta de su dios.Con el teléfono móvil entre las manos, con la esperanza puesta en volver a oír su voz, suplica lloroso una respuesta del otro lado, preguntándole el porqué de todo aquello a su dios.Con el fusil en las manos, con el desierto bajo sus pies, con la adolescencia aún despertando en su mirada, camina, corre y grita bajo el fuego de los cazas..., dice morir por su tierra y por su dios.Con su vida derruida, sin futuro ni esperanza, llora, reza, suplica sobre el cadáver de su mujer y sus hijos, preguntándose por qué no les ha protegido su dios. Con la dinamita galopando en su cintura grita, dice matar y mata por su dios. Con el misil entre las piernas, las urnas como corona, los Cobras sobrevolando los poblados, con las armas nucleares esperando, con los territorios ocupados, se siente y habla en nombre de Dios. Con las armas biológicas, con los terroristas de su lado, con los niños, mujeres y hombres gaseados, con los disidentes asesinados, con las mujeres empaladas tras un burka, se siente y habla en nombre de Dios. Tras la oscuridad de la noche, cuando vuelve a amanecer, lo blanco se convierte en negro, la luz en oscuridad, a Dios le han condenado a perpetua y el Diablo tiene la condicional.
© Antonia J Corrales
*Texto publicado en la revista The Big Times
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