Esas pequeñas cosas


Hay veces que la vida te besa en la boca, que te trae recuerdos llenos de nostalgia, de alegría, charlas en persona y por teléfono en las que se mezclan experiencias, risas, impotencia, alegría o amargura. En las que una mano amiga te salva de caer al vacío o de dar un traspié. Son esos instantes tan nuestros que nos hacen suspirar como si el aire no llegase a nuestros pulmones. Esos que guardamos en un rincón del alma. Muchos se quedaron prendidos, como cuadros invisibles, en la esquina de la librería o el local donde presentamos nuestra primera novela; o aquella historia en la que creímos por encima de todo y de todos, pero que no llegó a ser lo que nos hubiera gustado que fuera. Algunos de esos momentos también están en aquel diario, ya deslavazado, que cerramos y colocamos en la estantería donde guardamos los manuscritos encuadernados a canutillo que antes se mandaban a las editoriales, los que hoy se envían por correo electrónico.
De esos instantes, que forman parte de nosotros, los escritores de esta generación a la que pertenezco, habla en su blog: El espejo de la entrada, mi compañera de letras y amiga Mayte Esteban. La entrada que me dedica es tan precisa, tan cuidada, tan certera y tan nuestra que solo una escritora como ella podría haberlo hecho así.
Gracias Mayte Esteban, gracias por hacerme recordar y revivir. Gracias por hacerme sentir de nuevo todo aquello que fue, que es y que espero siga siendo. Gracias, escritora, por tu amistad.



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