El silencio de los que callamos



Me gustaría ser políticamente incorrecta, pero no puedo.

A veces me arrepiento de ser conocida porque ello me imposibilita expresar mi opinión sobre el dictamen de otros a los que mis palabras les harían heridas en su orgullo, en ese saber de sabiondos en el que se aposentan sin el más mínimo recato, sin vergüenza y sin conocimiento. Todo ello, de hacerlo, repercutiría en mi trabajo, en los comentarios a mis obras. Ya he catado ese veneno; muchos de nosotros lo conocemos y olemos su tufo a distancia.

No solo en este país, en todos existen los contracorriente, que no la resistencia. Son los  que le sacan punta a todo. Los  que destrozan y critican el trabajo ajeno. Esos tontos de pacotilla que le ponen el punto a la i aunque ésta sea griega. Los que se reafirman matando al vecino o al compañero de trabajo; aunque sea de forma metafórica. Los que para sentirse alguien necesitan  destrozar la esperanza y las ganas de la mayoría.

Estoy harta de filibusteros de pacotilla; de sabiondos estúpidos, de descabezados, de dictadores en potencia cuya frustración les lleva a intentan imponer su doctrina a toda costa. Harta de los “radiomacuto”, de los “mascachapas” que no dan palo al agua, de los cenutrios que dan clases de vida, de los jefecillos de cartón piedra, de tanto bandido suelto escupiendo sin piedad sobre las ganas y la vida de los demás; sobre nuestro presente y nuestro futuro.

 La historia se repite una y otra vez y con ella los clones surgen de nuevo, son como los de antaño; el mismo perro con diferente collar, gemelos idénticos en comportamiento. Salen en masa de las alcantarillas creyéndose Dios. Protegidos por el anonimato que les da la red o amparados por esa falsa libertad de expresión que machaca sin piedad la de otros.

Muchos, como yo, observamos, escuchamos, leemos y callamos porque éste no es nuestro tiempo, es el de los "bocachanclas"; el de los pequeños Nicolás. Un tiempo con demasiados profetas y dioses de barro. Un tiempo de faraones sin pirámides y, desgraciadamente, con demasiado séquito. 

Antonia J Corrales © Copyright 28 abril  2020

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